domingo, 8 de enero de 2023

 PUERTAS ABIERTAS



Dejo la puerta abierta pero, pese a mis expectativas, nadie entra. Ningún desconocido, ni siquiera un criminal. Esto me inquieta y salgo a la calle. A nadie parece importarle el hecho de que mi casa tenga la puerta abierta y que cualquiera pueda entrar con sólo desearlo. Presiento que alguna terrible conjura se trama en las sombras.

Peor sería pensar que no entran por mí.

EL IDIOTA



Las ideas se le amontonaban en la cabeza, como un montón de ninfas que corrían y bailaban por sus bosques desnudos y a él sólo le quedaba admirar entre sus juegos, la piel blanca de esos seres que nunca, pero nunca, lo hubiesen llamado padre.

 EL NIÑO ESTRELLA


¿Cómo asimilar miles de millones de galaxias flotando en el universo? ¿Cómo abarcar todo aquello que se expande y que, irremediablemente se pierde en la nada? El panorama se hace infinito. Pero sin embargo, cuando dormimos, allá afuera, algo parece observarnos. 

Y luego nos clava un alfiler cósmico en nuestras cabezas antes de darnos un lugar en su álbum que se acumula junto a muchos otros, en estantes desordenados que ha prometido a sus padres interplanetarios que ya ordenará.

 

RECUERDOS DE ELLA


 

No quedan en mi conciencia rastros de lágrimas perdidas ni de caminos en sombra. Quedan imágenes, quedan momentos en los que no he estado aquí, instantes en los veo que ella se ve, en los que la veo alejarte de mi lado, pero nada de esto me parece real. Es plástico inerte en mis recuerdos, un montón de cosas que, si las uniera, quedarían como un montón de bombas apuntándome directo al corazón.

 

 HUESPED

 


Le pedimos a Luzuriaga que se vaya, que nos deje. Pero él se ríe y sigue conversando. Los demás invitados ya se han marchado muchas horas atrás y la casa empieza a tener ese olor a viejo de todo olvido. Mi mujer y yo nos miramos, no hay nada por hacer con un hombre así, esos que no comprenden que toda compañía humana termina en el fastidio. Él cree en la bondad de los anfitriones, esa bondad que los huéspedes necesitan desesperados, como perros solos en una ruta donde los automóviles pueden matarlos de un momento a otro.

Cuando nos despertamos, Luzuriaga nos ha preparado el desayuno y nos mira sonriente. Sabemos ahora que ya nunca se irá.

 WAKE UP



Nuestros sueños están hechos de cosas que no existen en ninguna parte, pero que se parecen a algo que podríamos tener a la mano. Tampoco podemos estar seguros de que sean nuestros sueños. La propiedad es variable en caso de somnolencia recurrente. Ocasionalmente son ellos los que nos sueñan sin dar mayores explicaciones. Pero es difícil estar seguro de esto porque los dormidos y los despiertos se alternan en la tarea de entorpecer las cosas y es habitual tener que enfrentarse a traumas infantiles, tigres o laberintos cada vez que queremos llegar a ese botón que es la alama del despertador, hábilmente disfrazada en objetos tan absurdos como, tal vez, el gatillo de un revólver.

 

LA LLAMADA



Vemos pasar al flautista, pero ninguna de las numerosas ratas que infestan este pueblo lo sigue. Pensamos que pese a su rostro alegre, lo debe embargar la tristeza, el encono, la seguridad de que no podrá exigir fastuosas recompensas ni amenazarnos luego, cuando nadie quiera pagarle por sus servicios. Sin embargo, sigue tocando su música. Es una música muy pegadiza, debemos reconocer, y algunos han salido de sus casas para escucharla mejor. Pero ya se aleja y con él las bellas notas que, no sé por qué, nos vemos obligados a seguir, como si un mágico encanto se hubiese producido desde nuestro pueblo y hacia el barranco al que en un par de horas llegaremos.

 AMENAZAS



La sombra suele responderme de mala manera cuando intento hablar con ella. Me dice que me aleje, que no tiene nada que decirme. Que jamás hablaría con alguien como yo. La veo reunirse junto a otras sombras y murmurar.

A veces, debo reconocerlo, temo por mi vida. No es la primera vez que una figura evanescente terminar por descubrirse como un puñal que el sol deja en la impunidad de lo concreto.

 EL HOMBRE SOLO



En el salón de baile todo parece constituir un tejido preciso que se mueve como si se tratara de un solo organismo. Excepto por un hombre que cierra los ojos y permanece de pie en el centro. Se queda allí hasta que la noche termina y solo entonces abandona el lugar.

Nadie conoce su nombre y, se afirma, que nadie lo ha visto caminar nunca en la calle. Sin embargo, los aplausos acompañan su marcha virtuosa, la minuciosa perfección de su silenciosa nada.