LOS LOBOS TAMBIEN SABEN ASAR CERDOS
Las ratas se detuvieron. El flautista vaciló. Por un momento, la única música que se escuchó fueron chillidos y el rumor del agua en el abismo.
Luego, alzadas en sus patas, las ratas soplaron y soplaron, hasta que el flautista cayó haciendo apenas un ruido sordo en la lejanía.
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