QUIEBRE EMOCIONAL
En nuestro pueblo tenemos la costumbre de arrojar pedradas a los forasteros que pasan por los caminos que nos circunscriben. Si el forastero muere, nos embarga un terrible pesar, una tristeza inconsolable. Si logra huir ileso, somos presa de una alegría que apenas si podemos llegar a describir.
Por otro lado, no sabemos qué sentir si se trata de un forastero que responde a nuestras piedras con pistolas de grueso calibre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario