domingo, 8 de enero de 2023

 

 HUESPED

 


Le pedimos a Luzuriaga que se vaya, que nos deje. Pero él se ríe y sigue conversando. Los demás invitados ya se han marchado muchas horas atrás y la casa empieza a tener ese olor a viejo de todo olvido. Mi mujer y yo nos miramos, no hay nada por hacer con un hombre así, esos que no comprenden que toda compañía humana termina en el fastidio. Él cree en la bondad de los anfitriones, esa bondad que los huéspedes necesitan desesperados, como perros solos en una ruta donde los automóviles pueden matarlos de un momento a otro.

Cuando nos despertamos, Luzuriaga nos ha preparado el desayuno y nos mira sonriente. Sabemos ahora que ya nunca se irá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario